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CAP. 2 | Riesgos generales y su prevención

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Si la temperatura no sube es imposible que se produzca la combustión.

Para protegerse del fuego existen más posibilidades. La primera idea es impedir que el fuego se propague y para ello hay que tener claro que para que se propague no es necesario que la llama avance hasta un determinado lugar. Basta con que los humos de la combustión, que pueden alcanzar cientos de grados centígrados, alcancen un determinado punto.

La segunda idea, por supuesto compatible con la anterior, es detectar que el fuego se ha producido. Esto es importante no solo porque una vez detectado se podrá intentar apagar, sino porque un fuego no controlado en un edificio es motivo de evacuación inmediata. Para la detección del fuego se suelen utilizar dos sistemas.

Las instalaciones de alarma, cuyos pulsadores son accionados por los ocu-pantes del edificio tras detectar la presencia de fuego, y las instalaciones de detección y alarma en cuyo caso, además de los pulsadores, un conjunto de detectores y una central de incendios más o menos sofisticados supervisan la instalación intentando descubrir si se produce un incendio.

La tercera idea será apagar el fuego. Lo primero que debe quedar claro es que esta tarea es solo responsabilidad de unas pocas personas que han debido ser previamente entrenadas y que forman un equipo de intervención. En caso de incendio, especialmente en los edificios de acceso público, todo aquel que no tenga encomendada la misión de apagar el fuego debe evacuar.

Sabía que...

Hay productos cuya temperatura de autoignición es menor que la temperatura ambiente. Si se almacenaran sin refrigerar arderían espontáneamente.

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